El teluro

Anoche se movió la tierra. No se sintió tan fuerte, pero fue un espasmo corto y ruidoso. En la casa de un amigo mamón que vive en un edificio incluso hubo corte de luz. Estos deben ser los mejores momentos de las empresas telefónicas: un temblorcito piola y vamos llamando mierda para preguntar tontamente "¿lo sentiste?" En Viña se saturó el servicio de celulares.

Así, cada cierto tiempo nos queda claro que Chile vive en medio de una altísima actividad sísmica. Echemos por tierra los mitos. No hay modo de predecir temblores ni terremotos. No es posible saber nada de temblores si es que "los días andan raros" o el tiempo "está extraño". Todo se remite a la mera observación estadística. De acuerdo con ella, un terremoto ocurre en Chile más o menos una vez cada 20 años. Pero ya ve usted que el último bien sacudido en la zona central fue en 1985. Y que el más desastroso de la zona más austral de Chile fue en la década de los 60.

En medio de todos estos datos antojadizos los únicos que pueden revelar la posibilidad de un sismo tan solo momentos antes de que los percibamos nosotros son los perros y gatos. Creo que los pájaros también. Pero habría que estar mirándole la cara a las mascotas permanentemente. Aún así, un comportamiento singular de intranquilidad en los animales podría indicarnos que temblará o que está temblando. De eso no le quepan dudas.

Como en todo orden diverso, los seres humanos tenemos distintas reacciones con los sismos. Da miedo. Por Dios que sí. A todos. Pero hay quienes se controlan aún sintiendo miedo. Los más extremos, desatan toda su histeria arrancando para cualquier lado, en general buscando refugio de lo que no te puedes proteger.

Como yo tengo mis años ya, para antes de 1985 yo corría al menor movimiento de tierra, incluso si pasaba un camión cerca saltaba de inmediato. La violencia del sismo de ese domingo 3 de marzo fue tal que nunca más me descontrolé por un temblor. Siempre me toca controlar al resto.