Meterse con profesores

Hablaré anónimamente acerca de una querida compañera de universidad, que a pesar de tener la edad que todos teníamos al matricularnos, parecía algo mayor física y psicológicamente. Claro, el rigor de haber nacido con su padre lejos y finalmente el hacerse cargo de su inmadura madre la hicieron crecer antes. Agreguemos a eso que era extraordinariamente atractiva. Rubia crespa, de piel blanca y ojos oscuros, cuerpo de pantera. Atlética sin hacer una gota de ejercicio. Fumadora, bebedora experta, conversadora desafiante. Los hombres le temían.

Teníamos onda ella y yo. Pero no en aquel sentido. Yo era como su hermano chico supongo y ella era tan sofisticada que hasta se hacía ilógico fantasear, a pesar de que vestía sexy y era sexy.

Por lo tanto, como suele ocurrir en estos casos, me contaba su vida.

Y recuerdo su mayor conflicto, el cual fue meterse con uno de los profesores más populares de la universidad, un tipo que bordeaba la cincuentena, feo como un pantano podrido, pero con un arrastre sólo posible gracias al llamado verso veterano. Mi amiga era su ayudante, elegida con pinzas, lo que le otorgaba a ella un privilegio envidiado por todos. El mejor profe elegía ala mejor alumna.

Pronto, una cosa llevó a la otra. Ella, de copas pasadas y sintiendo algo de soledad una tarde de viernes terminó revolcándose con él en un motel que estaba a media cuadra de la facultad. Después de ese episodio que ella reconoció como de regular a malo, el profesor la buscó incansablemente, declarándole su amor incondicional y que estaba dispuesto a hacer pública la relación. A mi amiga eso no le parecía en absoluto. Sentía que el profesor le atraía pero sabía que esto era un camino que llevaba a un precipicio.

No recuerdo más detalles de cómo se acabó eso, pero me da la sensación de que las relaciones amorosas entre profesores y alumnos acaban mal.

Si conoces o tuviste uno de esos episodios, cuenta acá todos los detalles.