Mi mamá es mijita rica

Uno puede ser feo. Todo bien. Uno puede ser común y corriente, con cara y cuerpo fácil de olvidar. También puede pasar. Uno puede ser una persona magnética y atractiva, y nos irá mejor sin duda. Pero independiente de la percha que nos toca, todo se hace peor si uno tiene una mamá mijita rica.

En el caso de los varones está claro. No es nada de cómodo tener que lidiar con amigos jotes que le miran el culo o las tetas a la mamá de uno, que se ponen como turnios cuando la saludan de beso, que la huelen al pasar descaradamente y por qué no mencionar también aquellos que se han atrevido a robar una prenda de ropa interior de la musa.

En el caso de las mujeres, salta a la memoria el llamado "mal de la lagartija", donde antojadizos estudios de anatomía hacen pensar que si la mamá tiene ese pellejo de diosa y esa cara angelical, la hija va para las mismas, pero algo falla en el camino. Así, la hija tiene que bancarse vivir a la sombra de su madre, intentando que esa mujer que te procreó no llame la atención viril de los instintos de tu novio.

Me pongo también en el lugar de todos aquellos que tienen amigos y amigas con mamás mijitas ricas. Es fascinante y perturbador tener que llegar a la casa de este alguien solo pensando cosas como "ojalá esta vieja esté en la casa". Incluso, por el hecho de estar "en la casa" a veces ocurren situaciones en la que a la mamá mijita rica se le ve más íntimamente. ¿O cuando ella se sentó a solas contigo para pedirte consejos de tu amigo?

Relate con soltura.