Estar en 18 y bailar cueca

Hay parientes de mi novia que son huasos. Huasos, huasos. Con todo el perfil: fachos recalcitrantes, vestidos con jeans de marca y cinturones de carpincho, camisas de marca a cuadros... en fin. Tipos que tienen una concepción de cómo debe celebrarse el 18, que piensan que los capitalinos no tienen idea de nada y que creen que la reforma agraria cagó a este país.
Les gusta la ostentación, las minas rubias o teñidas de rubio y flaquitas, y, según ellos, nadie baila la cueca "como se debe".

Las primeras veces que viajé a celebrar un 18 por esos lugares, nunca había bailado cueca en mi vida, lo que confirmaba los estereotipos que esta gente tenía de los capitalinos. Tuve poca fortuna. A los 6 años me destaqué en el colegio porque bailé la refalosa sin tocar la botella. Luego, al otro año, sin caderas pero junto a una bella compañera pelirroja de la cual no me olvidaré, bailé pascuense. El año siguiente era el de la cueca. Era más complicado.

Toda esa actividad se asoció con un solo profesor que vendría al colegio especialmente a enseñarnos guitarra y el baile en cuestión. Mis viejos se gastaron plata en una guitarra de palo bastante decente y tuvimos una primera clase, pero antes de la segunda el profesor enfermó grave de algo pulmonar y se murió. No sé si por respeto, cábala o lo que fuere, no se llamó a un reemplazante.

Entonces, mi relación con la cueca fue cada vez más esquiva.

Pero la vida tiene revanchas. En esas fondas de verdad, y recuerdo una en Cumpeo que fue de las mejores que he ido en mi vida, comencé a atreverme a bailar cueca como saliera. Con hartas copas encima, ojalá de ponche o chicha, me lancé innumerables veces a engrupir y traspirar como animal, intentando darle dignidad a mi chilenidad capitalina, con absoluta desvergüenza, que es la clave de este asunto. Al cabo de dos fiestas patrias, uno que otro año nuevo que respeta la tradición y algún matrimonio con sentido chileno mínimo, aprendí. Claro, no soy el huevón que ganaría el concursito, pero bailo sin coreografías a lo Huasos Quincheros y me siento bastante digno.

El año pasado saqué a bailar a mi suegra una pata en la Yein Fonda y un grupo de personas alrededor nuestro nos felicitó por lo lindo que lo habíamos hecho. Misión cumplida. Nada pulcro, pero te la bailo.

Hasta le enseñé los pasos a Matilda Svensson para cuando fue proclamada reina guachaca. Incluso siguió mi consejo y dijo que con el terremoto que se tomó perdió la vergüenza.

¿Baila usted cueca? ¿Cómo aprendió? Y si no sabe, ¿qué chucha está esperando?